Ventana Margariteña

Artículos varios - Denis Rodríguez - Que bella es

¡QUE BELLA ES TACARIGUA¡

El señor Teodoro y su Señora llegaron al Pueblo, se instalaron en la calle Real y se quedaron para siempre.

Teodoro desde el mismo día de estar en el Pueblo se dedicó al comercio. Hizo relaciones con todos los comerciantes locales y en poco tiempo gracias a su trabajo honrado y su constancia llegó a ocupar un lugar importante en las directivas de las cámaras de comercio tanto local como regional. El señor Teodoro era un hombre que su palabra era un documento.

La Señora se le conocía poco, nunca iba misa, ni entierro, ni las procesiones de San Sebastián, ni las del Corazón de Jesús. No salía nunca de su casa.

Sostiene Peruchito, que el Señor Teodoro y su Señora vivían en la costa del Estado Sucre y que el terremoto de Cumaná del 29 y el huracán de 33, los dejaron en la ruina, sin familia y sin hacienda, y que para olvidar todo se vinieron a vivir al Pueblo.

Sólo en la casa de Teodoro y su Señora entraban niños. La Señora ayudaba a los niños en sus tareas escolares, les contaba cuentos de mil y una noche, les cantaba hermosas canciones infantiles y generosamente les obsequiaba frutas y dulces. Los niños se sentían encantado con la Señora y decían que ella tenía un voz muy agradable y que cuando llegaba el señor Teodoro se abrazaban y besaban con alegría como sí tenían tiempo sin verse; escena como esta, nunca veían en sus hogares. Un niño, Denis, le dijo a la Señora:

-Cuando UD necesite algo del Pueblo cuente conmigo-.

Sostiene Peruchito, que pasaron muchos años y un día Denis se consiguió frente a frente con la Señora. Esta le dijo:

-Se acuerda que UD me prometió ayudar.

-Si.

-Bueno, acompáñeme.

Caminaron mucho, llegaron al Portachuelo. La Señora se quedó un largo rato contemplando al Pueblo, a sus casas escondidas bajos las ramas de los árboles, sus calles y exclamó:

-¡Que bella es Tacarigua¡ ¿Verdad Denis?

-Si es muy bella.

La señora volvió a su casa a seguir ayudando a los niños, a esperar con amor y alegría a su esposo y quizás nunca más salió.

Fundación José Joaquín Salazar Franco

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