Ventana Margariteña

Artículos varios - Denis Rodríguez - La estaca

El último que clavó una estaca

Nunca pensó Elías que clavar una estaca sería lo último que haría en el Pueblo.

Cuando se enteró que mucha gente conocía de sus amores con Chana, la hija del Coronel, consideró que la forma de darle un toque se seriedad a sus relaciones era enviarle una carta al Coronel donde le decía: “Señor Coronel: quiero que me permita tener una reunión con UD para explícale el hermoso sentimiento que siento por su hija, que me de el permiso para clavar la estaca. Deseo que esta reunión sea muy pronto, para UD se de cuenta cuan arraigado está en mi corazón el amor que siendo por su hija. Con mucho respecto y consideración, Elías Gómez”, carta que leyó el Coronel y después de consultarla con su secretario, decidió que jóvenes serios como éste ya no quedaban en la Isla y que por lo tanto le dijera a el Señor Elías Gómez que fuera por la jefatura ha hablar con él y decidir el día de clavar la estaca.

Sostiene Peruchito: que la carta no la escribió Elías, sino un familiar, Omar, que tenía deseo de llegar a ser periodista; y que la carta no la leyó el Coronel, porque no sabía leer, ni escribir, el secretario sí; y que el Coronel era jefe Civil, gracias a General Gómez de cual era su compadre, que antes lo nombró secretario y al enterarse por el antes jefe Civil que el Coronel no sabía leer, el General le mandó a decir a el jefe Civil que fuera secretario y su compadre pasara de secretario a Jefe Civil.

El amor de Elías y Chana era muy grande, de cuerpo y alma, cada vez que se veían en la Rinconada, sus cuerpos se enredaban por horas en una gran pasión, quien sufría era el malojito que había sembrado él entre la hierba porque no había nadie quien lo desyerbara, amor que se prolongaba por las horas de la noche cuando cual Romeo se acercaba a la casa del Coronel, entraba sigilosamente y se entregaba en los brazos de Chana y gozaba de lo más sublime del amor. Llegó el día de clavar la estaca, Elías la clavó ceremoniosamente, como se hacía antes, el Coronel lo invitó a tomar una botella de ron Chelías que estaba de moda, le agradeció su respeto y de dijo que no había problema que él visitara a su hija los sábados en la tarde y que habría tiempo de hablar de matrimonio. Ese día en la casa del Coronel, Elías y Chana sólo se hicieron ojitos, puesto que estaban separados uno del otro como cuatro metros. Elías sintió días después de la clavada de estaca lo rumores de palabras pasaron a risas, pero él siguió amando a Chana con el mismo fervor y deseo que le daban en las tardes cuando soplaba la brisa cantarina de cerro de Paraguachí de que llegara la noche para hacer el amor con Chana en su chinchorro de moriche. Un triste día que la brisa vino de noche y él salió corriendo a amar, entró a la casa del Coronel, fue directo al chinchorro de su amada, acarició como siempre sus nalgas, besó su espalda, sintió de repente como si una fiera se levantaba y gritaba el carajo más alto que escuchó en su vida: se quedó paralizado por segundo y se dio cuenta que no era su amor sino el Coronel y que este se dirija al carcaj para sacar su máuser. Salió corriendo, sin ver hacia atrás, se escondió bajo unos palos de la iglesia que estaba en construcción, pasó horas de angustias, pensando en el amor de Chana, la vergüenza que le vendría y que lo mataría el Coronel. Al siguiente día en la noche se fue para los Caños y no volvió más, aunque siguió amando a Chana y ésta a él, según un poema romántico que escribió Omar, su familiar.

Sostiene Peruchito: que el Coronel se había enterado de lo que sucedía en las noches en su casa, aunque no creía, ya que quién había corrido el chisme era Che Ramón; que el Coronel por poco se murió de la rabia por el engaño de Elías, que decía: ‹‹ mira que venir a clavar la estaca, cuando ya tenía tiempo clavándola. Lo voy a matar cuando lo vea.››

Fundación José Joaquín Salazar Franco

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