LA DOCTORA KOSTKANOVA Y LUIS PRACTICANTE
La Doctora Kostkanova amaneció en la habitación de médicos del dispensario, se levantó, se vistió, se miro toda en el espejo y se enteró que era otra persona. Atrás, a cientos de kilómetros quedaron muchos sueños; su ciudad Brno, su amor Ludvik, su familia y su proyecto de País. Una organización a la que contribuyó a tomar el poder político de su País, había instalado un régimen del terror, la hizo emigrar lejos y por eso se encontraba en un pequeño Pueblo de una Isla del Mar Caribe. Salió al encuentro con su nueva vida, entró en el consultorio y se encontró con una enfermera, la Señora Licha, una persona toda bondad que la consolaría siempre y Luis practicante, que un día le partiría el alma.
El primer paciente que tuvo la Doctora fue un niño, Danielito, barrigón, muy inteligente, enfermo de diarrea. Ella lo examinó y luego preguntó a su humilde madre:
– ¿Que le da UD de beber a este niño? La señora buscó en un mapire, extrajo un garrafón lleno de leche y se lo enseño. La Doctora le dijo:
– Señora, como comete esa animalada con ese niño.
– Más animal es Danielito que se toma dos.
La Doctora Doble K como la llamaban, se fue acercando a toda la gente del Pueblo, socorriéndolos en las enfermedades, ayudando a morir en paz, visitando los enfermos en cualquier sitio donde se encontraran, disfrutando de sus frutas que se producían en sus conucos; se identificaba cada día como una persona más del Pueblo. Sólo me mortificaba la presencia varonil de Luis practicante, le recordaba a su gran amor Ludvik, a quien se le entregó muchas veces con verdadera pasión y que jamás volvería a ver. Luis se portaba de forma respetuosa con ella, la cuidaba, la defendía de hombres impertinentes, no perdía ningún momento para halagarla, mostrarle agradecimiento por los conocimientos que adquiría a su lado, la acompañaba en sus paseos por los cerros circundantes del Pueblo, pero en ciertas ocasiones sentía que la miraba con deseos y la hacía sentir mujer. Cada se día el deseo de amar se apoderaba de Ella y Luis el practicante se aparecía siempre en sus sueños. Percibía que la represión de amar estaba llegando a su fin.
Luis practicante, sentía que cada día la Doctora lo tomaba menos en cuenta. El no deseaba ningún agradecimiento, sólo una relación normal de pareja donde el amor tuviera el lugar correspondiente. Estaba cansado de tantas muestras sincera de ese amor de forma más sublime y la Doctora no daba muestras de ninguna reacción, por ella las mujeres del Pueblo que un día se sintieron atraídas por Él, lo habían olvidado. Varios años habían transcurrido amándola en secreto, ya estaba cansado, perdido y muy equivocado.
Llegó el día, la Doctora fue a visitar un enfermo, era de noche, faltaba pocos minutos para que la planta eléctrica dejara de funcionar y así el Pueblo quedara a oscura, pasó cerca de la casa Luis practicante, la luz se estaba apagando, el deseo de hacer al amor con una persona querida se desbordó, toco la puerta, entró, lo vio. El le dijo: ¿Qué le pasa Doctora? Ella no le contesto, lo abrazó, le quitó la camisa, lo condujo hacia el catre. <Quitase la ropa Doctora> Luis apenas pudo ver el cuerpo que tantas veces había soñado, por la rapidez que Ella se despojó de la ropa. Hicieron en amor con furia, pasión, como si fuera esa noche la última vez. Los vecinos de Luis practicante no pegaron los ojos debido al crujido del catre y el chasquido de sus cuerpos. Por la mañana, antes que el día fuera una promesa, Luis acompañó la Doctora al dispensario. Ese día la Doctora no atendió ninguna consulta, ni Luis practicante tampoco se apareció en su sitio de trabajo.
La señora Licha, la enfermera, sólo estaba presente en el dispensario, personas enfermas al preguntar por ellos, ésta con picardía en su rostro les decía:
– Parece que anoche hubo novedad.
La doctora pasó todo el día y noche pensando y llegó a la conclusión que debía completar en su vida esa metamorfosis que estaba experimentando, había encontrado la forma. A lo otro día fue a buscar a Luis, llegó a su casa, no lo encontró, vio a Peruchito, le preguntó por él.
– Casualmente acaba de salir. Estaba triste. Llevaba una maleta. Le pregunte a donde iba y respondió que hacia Tierra Firme.
Fundación José Joaquín Salazar Franco

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