Herennio, el Santo Tacarigüero, su Oración Milagrosa
“Herennio fue un hombre muy bueno, un Santo en vida, fue una lastima que a última hora se descubriera lo que se descubrió por que si no el Papa lo consagra Santo sin antes de hacerlo Beato, es decir, de aficionado a grandes ligas de un solo viaje y juro por Díos que lo merecía. Yo lo vi muchísimas veces, sentí su halo divino, vi su aura cuadrada que solo le sale a los Santos vivos, fui beneficiario de su generosidad como uno más.
Se casó joven con una mujer también muy buena que murió al poco tiempo. Le dejo a Herennio cuatro hijas muy lindas que por cierto no fueron muy santas aunque remediaron a medio Pueblo. Herennio no se casó más y dedicó toda su vida hacer el bien por el Pueblo. Era un hombre muy devoto del Santo y todos años en su día, él cargaba en toda la procesión un palitroque y en la octava el botafumeo regando un incienso con un olor sabroso, (olvídense de Chumón) Recuerdo que antes de salir la procesión sacaba del bolsillo un puñado de mariquitas y la repartía entre los muchachos del Pueblo. A mi me gustaba cuando ya cansado Herennio lanzaba al aires las mariquitas que le sobraban y yo aprovechaba para agarrar varias. La última vez que lo hizo agarré cinco y pude comprarme dos saboyanos y tomarme un vaso de jugo de frambuesa, (esa fue también la última vez que lo vendieron ese jugo ya que se descubrió que la persona que lo vendía lo hacia con el papel de las bambalinas rojas que ponía a remojar en agua fresca y le agregaba limón y azúcar, sin hielo, todavía por Tacarigua no había pasado Melquíades).
Tenía una tira de tierra bastante grande en el Tamoco y todo lo que allí se producía era para beneficio del Pueblo. Era el primero en llegar a socorrer una persona enferma o en dificultad económica. Rezaba todo los días e iba a misas todos los domingos, confesaba no se que pecados por que no cometía ninguno y luego comulgaba. A veces se encargaba de la Capilla, sabía más que Bernardino, el sacristán de El Norte y la arreglaba más bonita. Por eso fue que la gente del Pueblo en agradecimiento decidió hacer una propuesta al Papa para canonizar a Herennio. Ya se decía que había hecho un milagro. En Toporo. Una señora que estaba pariendo con mucha dificultad y viendo que San Ramón Donato no se apuraba en hacerle el milagro recurrió a Herennio e inmediatamente el muchacho salió rapidito y hasta hablando de todo el mundo con una lengua tan suelta que aun conserva y en reconocimiento a ese hecho milagroso que se pusieron Erenio Ramón. Se buscó un gerente bueno de esos que sobran en Tacarigua para hacer efectiva el petitorio al Papa, es decir: el qué, el como, el porque, el donde, el quien y el cuando. Yo me había dado cuenta de dos cosas: primero que los Asuntinos y los Norteros que estaban enterado de la existencia del Santo vivo Tacariguero estaban muy callados y segundo que Herennio no estaba muy de acuerdo con el hecho de que lo propusieran para Santo”.
En un momento de descanso, el la cual mi interlocutor fue por una botella de güisqui, busque en una enciclopedia que tenía a mano si existía un santo con ese nombre: sólo encontré a Herennio (Cayo Poncio), general samnita que venció a los romanos en Caudio y les obligó a pasar por el yugo. Luego entré en Internet, busqué la página www.santoral.org y no conseguí a un santo con ese nombre. Lo único parecido a un santo que encontré fue: un tacarigüero de nombre Erenio Ramón que llegó a ser presidente de la juventud Católica. Regresó mi amigo, botella en la mano y siguió con su cuento.
” En Tacarigua en aquellos tiempos, gracias a que era un pueblo de gente muy trabajadora, venían mucha gentes: vende burros, mendigos, recuerdo a Ñauñao, Ramón el Gato, Ramón y Gacha, Felix el ciego y muchos más; mujeres con una mara en la cabeza vendiendo pescados, pan, ropas, alcolado, bay rum y muchas otras cosas. Muchas de estas mujeres eran personas muy honestas y trabajadoras, pero había algunas que hacían la diligencia. Estas remediaban a muchos hombres. Había un bodeguero en el Conchal muy pichirre que se acostó con una de estas mujeres por medio real después de mucho regateo, una mariquita, al concluir se la quedo mirando a la mujer. Ésta le preguntó: -¿lo hacemos otra vez mi prenda?- -No, le contestó el bodeguero, quiero el vuelto-. La mujer de vaina lo mató. De estas mujeres había una diferente a todas, era buenamoza, perfumada, seria, se hacía respetar, caminaba sabroso, vendía cortes de casimir ingles buenos, cerveza negra inglesa y brandy. Una vez venia como su mara en la cabeza y de repente se presentó una lluvia y le mojó el vestido; que cuerpazo, los senos hermosos y rectos apuntando hacia al frente, sus caderas y sus piernas que invitaban a soñar despierto (esto me lo narró con una gran picardía y nostalgia) y sabes donde escampó: en la casa de Herennio, el Santo. Esta mujer vino muchas veces a Tacarigua y siempre pasaba visitándolo y salía de allí hecha una pascua. Herennio le compraba de todo, inclusive un corte de casimir bueno que le dio al sastre Feroz, para que le hiciera un traje y dicen que el negro se quedó con el corte y no le hizo nada, y el Santo Herennio nunca le reclamó. De un día para otro la bella mujer no volvió más. Pasó mucho tiempo sin saber de ella, hasta que se apareció un joven bien plantado buscado a su padre y diciendo que era hijo de esa mujer. El padre era sin ninguna duda el Santo Tacarigüero. Se formó un despelote en el Pueblo. Muchas mujeres del Pueblo no perdonaron a Herennio, quizás por celos, por que éste a decir verdad no se enamoró de ninguna y eso que había muchas de ellas que se sacaban cuadros y morisquetas. Los hombres se contentaron por que se dieron cuenta que el Santo era un hombre hecho y derecho. El Cura del Pueblo de ese tiempo cuando lo consultaron sobre el caso, inmediatamente lo absorbió. Dijo solemnemente: – lo perdono por que UD ha amado mucho.- Murió un día serenamente, sin nadie esperarlo, la gente creía que nunca moriría. Le suministraron los santos oleos. Y desde ese día, el cuento pasó a leyenda, de hombre pasó a ser un mito. Para los Tacarigüeros de aquel tiempo era su Santo. Empezaron los milagros. Eran unos milagros raros, es decir poco comunes y pero muy buenos. Hombres y mujeres que estaban garrete de mono, solteros, bien sea por eran muy pobres o por que eran muy feos, que nadie daba medio por ellos, ni cogían pa’ ningún lado, como solo rezar una oración con mucha fe a San Herennio conseguía en pocos días mujer si era hombre o hombre si era mujer. Con el pasar de los años, sucedió que la gente empezó a abusar de la oración. Muchos tacarigueros, -hombres y mujeres- empezaron a buscar parejas en otros pueblos. Como su antepasado marino en cada puerto un amor. En el Norte, el Cercado, La Asunción, El Tirano, Juangriego, es decir en toda la Isla y en tierra firme se conseguía una mujer preñada de un tacariguero o un hijo de éste. También en Pueblo se pobló de descendientes de africanos, indios, gringos, portugueses, españoles, italianos hasta chinos y japoneses, que hombres y mujeres trajeron al Pueblo. El Santo en el cielo se enteró de esto, seguro que se molestó. Mandó una lluvia suave de varios días, mucha neblina y esto hizo que la gente del Pueblo se olvidara de la oración. Hoy después que han pasado muchos años, creo que esa oración hace falta. Por allí andan varias personas que se han quedado solas y tristes, sin tener ningún cuerpo con quien calentarse.”
En las vacaciones de agosto fui a mi Pueblo a pasar unos días de descanso y aproveché para conversar con la gente del Pueblo y de paso averiguar sobre esta historia. La sorpresa fue grande cuando hablé con el artista e historiador, aunque no me crean el es también historiador, mi amigo Yekho. El me dijo que mucha gente está enterada de que existió el Santo y que lo de la oración es verdad, es mas, me confesó que anda buscando la oración, ya que se encuentra solo y abandonado, aunque no es muy buenmozo que digamos, es muy raro puesto que el gana mucho dinero. Antes de regresar a mi sitio de labor, me hicieron una llamada muy extraña, querían hablar conmigo a cerca de la oración y me consiguieron una entrevista con una persona que tenía la oración y que le iba muy bien, puesto que ya llevaba veinticinco mujeres con quien se había acostado y tenía una lista grande en cola. Claro, bien entre comillas, puesto que supe después que había sacrificado la felicidad de su bella familia.
Conocí la persona que tiene la oración. Quién lo iba a creer. Es el compadre de un gran amigo. Cuando las mujeres escuchan la oración se van loquitas tras de él adonde sea y no están viendo donde hacer el amor, puede ser en un suaero, no importa, y lo mejor de todo es que estas lo mantienen la relación en secreto menos él. Últimamente es la envidia de muchos. Ya no toma con sus amigos, por que siempre una mujer lo está esperando. En estos momentos que estoy escribiendo ya debe ir por la número cincuenta. Lo que me pareció raro es que el tipo esta gordo y bien de salud y eso que es muy tímido y para acostarse con una mujer se toma una botella de ron. Debe ser un aplica el Tao.
Regreso a mi sitio de trabajo, empiezo a organizar mis cosas, de repente consigo un papel doblado en uno de los bolsillos de mi pantalón. Gran sorpresa, la oración de San Herennio. Tengo la oración. Llamé a Tacarigua y le pregunté a la persona que la tiene y me corroboró que si es la oración, que fue él quien me la metió en bolsillo. – Haz con ella lo que creas conveniente – me dijo. He pensado mandársela, a un vecino, a una vecina, a un primo, a varias amigas que están casi pasadas por bola, a un viudo que estudió conmigo, mandarla al Pueblo para que la rife Domingo, muchas cosas pasan por mi mente. Aún no he tomado una decisión. A lo mejor se la mando a Juan Carlos para que la ponga en la página. Por lo momento lo que puedo decir es quien la necesite le mando una copia de la oración con la condición que no me hago responsable de nada malo que se haga con el uso de ella.
Fundación José Joaquín Salazar Franco

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