Biografía de Aníbal Rodríguez Malaver
Escrita por Domingo Carrasquero Ordaz

Fue un 6 de Abril de 1922 que Antonio Rodríguez Quijada  y Valentina Malaver Landaeta trajeron al mundo a  Aníbal Ramón, en Tacarigua, Nueva Esparta; un día importante para la familia, para los franceses por el nacimiento de Maximiliano Robespierre  y para los etíopes al celebrar su día nacional. Veinte y seis años antes de su nacimiento, en Atenas se celebraban las primeras Olimpíadas de la era moderna. Dos días después de su nacimiento, la Escuela  de Varones de Tacarigua Nº 8, de ser Diurna pasó a ser Nocturna y seguía siendo dirigida por Pablo Romero González, al primer bachiller del pueblo.

Fue un día Jueves, en horas de la tarde, bajo un cielo que anunciaba recarmón, oscuro el horizonte y un viento oloroso a lluvia vespertina., a esa clase de lluvia donde estar en  Tacarigua, significa adentrarse en lo telúrico, en lo mágico. Lluvia y Tacarigua son como dos cosas que van de la mano para quererse mas, como para que los vean agarraditos, sin tener nada que ocultar….amor puro.

Yo comencé mi infancia con un azadón como compañero, ese azadón me lo regaló mi padrino Manuel Marcano cuyo recuerdo mantengo con profundo respeto;  papá Antonio me llevaba al cerro  cada día  y de allí nació mi afición por las laderas y los surcos y las piedras y aquel sonido tan rítmico del choque del azadón con la tierra roja y negra del cerro El Manantial. El viento me golpeaba la cara y el sudor abría paso a mi inquietud. Los pájaros me extasiaban, eran arpegios sus cantos y sus trinos, la montaña me pulsaba el alma, ahí empecé a crear fantasías a través de los versos, empecé a ser su amigo porque así me brotaba del alma. Tierra, montaña, viento, pájaros, soledad, éxtasis total en mis primeros años. Cuando cumplí 10 años y por poco tiempo, me fui a Tucupita de la mano de mi padre a verlo desenvolverse en las tierras del delta con su azadón y su garabato, huyendo a las culebras y desdeñando las plagas.

Aníbal  comenzó la Escuela en la Tacarigua de sus antepasados en el año 1.928, en la misma Escuela Nocturna Nº 8 situada en la casa de Tomás Ramón Lárez, donde, como todos los muchachos de esa época,  se fajaba con su ture al hombro a recibir aquel famoso vicio de aprender las primeras  letras al lado de la lámpara de carburo y el frío de la noche.  Su maestro en ese entonces fue Pablo Romero González. La Escuela Femenina funcionaba en el Pilón de Juan Gil y la regentaba Antonia Gil González.  Aníbal siguió estudiando completó su Tercer Grado y al Cuarto se fue a Santa Ana, donde con 11 años a cuestas recibió su Certificado de Suficiencia de Educación Básica Elemental. Dos años después, en la misma Santa Ana recibió el de Educación Básica Superior de las manos de su maestro Victor Aumaitre Villarroel.

Un hombre de Sexto Grado, se decía entonces  para catalogar a alguien estudioso, donde se debía recitar el poema Vuelta a la Patria y presentar el examen final ante maestros de La Asunción y Porlamar. Una proeza para ese entonces y Aníbal la cumplió en los lapsos previstos.

A los 19 años de edad, contagiado por la emoción de mis amigos y paisanos, participé en la fundación del Centro Cultural Guevara junto con otros 17 compañeros y lo mantuvimos durante 8 años, con reuniones y tareas semanales; lo mas importante de mis recuerdos es el de haber recibido comunicaciones del Presidente Medina Angarita, dirigidas a mi , en representación del Centro; por cierto, el Presidente Medina, el mas democrático de todos, visitaba la Isla de Margarita y los tacarigüeros, al enterarse que pasaría por nuestro terruño, se organizaron en las aceras del pueblo, comandados por las mujeres del Centro Cultural Guevara e hicieron que Medina se bajase y lo mas reconfortante para mi fue que me tocó dar el discurso de bienvenida en el cual recalqué la necesidad del pueblo de contar con el surtido del agua, fuimos los pioneros en pedir el preciado líquido. También recibimos muchas comunicaciones de Sindicatos de Chile y Argentina, de Jóvito Villalba, el Maestro Prieto Figueroa, Alberto Federico Ravell.

En recuerdo de Aníbal nos consta que los  papeles del Centro Cultural Guevara se hayan en buen estado y deben reposar en alguna Institución activa de Tacarigua; en ellos se encuentran discursos, memorandas, correspondencias oficiales, libros de actas y de asistencias y muchas solicitudes de peticiones para ingresar al Centro. Ese Centro forma parte de la historia de Tacarigua por cuanto todos aquellos jóvenes de la época, marcaron un hito en la construcción de nuestros orígenes, se elevaron por encima de las circunstancias quizás dando un ejemplo de cómo podíamos organizarnos o mas bien, señalando el camino de cómo podría ser un País  dirigido por hombres con ideas progresistas. El recuerdo del Centro está rescatado y solo nos falta difundir sus papeles entre la juventud de ahora para que se palpe las ideas de los jóvenes de la época y la forma de organizarse para la cultura, el arte y quizás, la política.

Recuerdo también que un mes antes de cumplir 23 años, fui designado como  Jefe Civil de Tacarigua por un período de 4 meses, desde Marzo del año 1945 hasta Julio de ese mismo año; recibí esa encomienda de la mano de Pedro José Romero G. y la entregué a Pedro José Morao B. Figúrese usted, dos personas llamadas Pedro José;  fue una experiencia inolvidable que, a esa edad, comience uno a adquirir responsabilidades y lo mas importante, a cumplirlas. Mi Secretario fue el maestro Roque Núñez Velásquez y renuncié a ese cargo por cuanto me exigieron reclutar a varios tacarigüeros para que fueran al Servicio Militar y eso para mi era inconcebible…la amistad es eterna, el cargo pasajero. También recuerdo que los únicos presos de mi gestión fueron dos tíos míos con lo cual fortalecí el respeto al cargo y a mi mismo. Aparte de esa, no ejercí ninguna otra responsabilidad en organismos oficiales.

Cuando Aníbal nació  tenía 5 años de haberse instaurado en  Rusia el régimen bolchevique;  Lenin dirigía los destinos del pueblo ruso y precisamente, el año de su nacimiento, 1.922, se creó la Unión  de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Lenín vio nacer esta Confederación pero ese año, sufrió su primer ataque de apoplejía lo cual lo  incapacitó para gobernar hasta 1.924 cuando fallece, en medio del dolor de su gente. En su adolescencia oyó hablar de este régimen y la gran mayoría de los muchachos de su pueblo, de esa edad, comenzaron a ver con buenos ojos las ideas que predicaban; ahí estuvieron  Ninito Cabrera, Pablito y Alfredo Romero, Teodoro Guzmán Landaeta, Juan y Emeterio Salazar. Flor y nata de esa época. En esa época fundó el periódico “Lloviznas” junto a José Sánchez Rojas y Pablito Romero y hoy eso está escrito en la historia del periodismo neoespartano.

En mi adolescencia me uní mucho al dolor de la gente y estaba presente en todos los partos de la época, vi nacer a muchos de los muchachos de ahora y vi morir a muchas madres en el parto, especialmente de una enfermedad llamada Frenesí donde la mujer se iba poniendo morada con los ojos saltones y con un frío intenso que le hacía crepitar los labios y la quijada; era algo serio, morir para vivir; morir ellas para que naciesen los hijos.

A los 23 años cumplidos, Aníbal Ramón se armó de valor y se fue a las sabanas de Guanipa a buscar la vida, a plantearse el reto del futuro y comenzó en El Tigre como comerciante, vendiendo mercancía seca a sus paisanos durante un período de año y nueve meses hasta que decidió irse a Anaco donde la Mene Grande, en San Joaquín y Buenavista, necesitaba mano de obra venezolana. Aníbal se empleó en esa Mene Grande en el año 1.947,  y vivió en varios campos petroleros durante 15 años,  hasta  1.962 cuando termina sus funciones en esa empresa. Aníbal vivió en Anaco- Campo Rojo, Tank Farm cerca de El Tigre, San Tomé y concluyó su periplo en Buena Vista donde estuvo 15 años. A partir de 1.962  y, con los hijos ya adolescentes, se regresa a la Margarita de sus sueños.

En Buenavista pasé los mejores años de mi vida, rodeado del cariño de mi familia, en plena niñez y de tantos amigos, en tantas luchas, a través de los Sindicatos y de las tertulias que nos permitían opinar en la construcción de un País. En Tacarigua me volví a sentir cómodo y lleno de nuevas energías, me sentí en la gloria y allí seguí viendo crecer a mis muchachos, de la mano de los cerros y los Liceos donde estudiaban. Trabajé durante 2 años en el INOS como Caporal de obras, en la construcción de las cloacas de La Asunción. Aportaba allí los conocimientos al servicio de mi isla y de paso me ganaba la vida como siempre: honradamente. Así estuve hasta el año 1.966 cuando el 28 de Julio, mi hijo Denis presentó el último examen para graduarse de Bachiller, allí fue cuando me percaté que los hijos necesitaban de la Universidad y en una decisión que me fortaleció el alma tuve que agarrar mis macundales y emigrar a Caracas a empezar de nuevo en una ciudad de mil demonios que me permitió una adaptación muy lenta; imagínate ir desde Mureche a Sabana Grande, el cambio era fuerte pero la voluntad estaba intacta; los hijos me lo agradecerían algún día.

Aníbal empezó a trabajar en Cauchos General de la mano de otro tacarigüero ejemplar: Amalio González, el hijo de León Rodríguez y Chunga, quien por cierto era su ahijado, siempre con la solidaridad al lado de la almohada y el orgullo de servir a sus paisanos. Entre tanto, los hijos iban creciendo y estudiando en la Universidad Central de Venezuela, los mayores y en Liceos de la zona, los otros. Fueron años de cierta tranquilidad y sosiego, aun cuando la situación política del País era preocupante: Guerrillas, UTC’s, Manifestaciones, Disturbios, Asaltos,  pero la experiencia y la serenidad hacían posible convivir con  el entorno, lo importante era sobrevivir.

Después, Aníbal se interesó mucho por vender libros y se fue al Círculo de Lectores, tenía sus clientes, la mayoría amigos y margariteños  y  la cosa marchaba a un ritmo que hacía posible seguir sobrellevando la vida. Aníbal al lado de los libros, escribiendo poemas, trazando letras, rimando frases; quizás fue la época donde el tiempo le permitió comenzar a desarrollar el don de la métrica, la dialefa, la sinalefa y los versos y los hijos creciendo, aprobando años y materias y brindándole la sonrisa de verlos con toga y con birrete. El tampoco había arado en el mar, por eso se fue a Caracas y los Títulos llegaban poco a poco.

Cuando a mi se me graduó Stalina en el Colegio Divino Maestro en El Tigre, de Educadora Normalista, aquello fue como sentir una inmensa felicidad que me satisfizo profundamente, fue como darle paso a la emoción y coronar un éxito, fue como comenzar a ver los frutos del sacrificio y del esfuerzo, fue la felicidad en mayúsculas. En cuanto a la Universidad, el primero de mis hijos en graduarse, en una Universidad fue Aníbal José de Ingeniero Químico;  recuerdo cuando llegó Aníbal José a casa y nos dio la noticia a mi y a Chia, María Lucía Malaver, mi señora, fue como una explosión que sentí en las entrañas, el esfuerzo tenía un buen final y la frase de Bolívar de arar en el mar, la derrotamos. Aquella era una de las mejores noticias que había recibido en mi existencia, porque tantos saltos, en tantas partes, con tantas mudanzas, tenían una justificación y no pude contenerme, me fui solo al cuarto y las lágrimas se me fueron mezclando con el orgullo pero no quería que me vieran porque eran gotas de felicidad plena, de haberle cumplido a la vida, de empezar a ver llegar los barcos al puerto. Lo más grande de la vida, mas que verlos nacer, era empezar a verlos graduarse porque era empezar a recoger la cosecha; verlos nacer era sembrar, verlos crecer era deshierbar, verlos graduarse era tomar entre las manos esa mazorca amarilla y hermosa y apretarla contra el pecho: valía la pena vivir y sacrificarse.

Aníbal Rodríguez y Lucía de Rodríguez y familia: de izquierda a derecha, Lucila Rodríguez de Ruiz, Denis Rodríguez, Antonio Rodríguez, Luisa Rodríguez de Ruiz, Stalina Rodríguez de Gil, Gustavo Rodríguez, Marivalentina Rodríguez de Salazar y Aníbal José Rodríguez.

Además de Aníbal José como Ingeniero Químico y un Magíster Scientarum que cursó luego, vendrían después, Denis Ramón como Ingeniero Civil,  Gustavo, Licenciado en Química y otro Magíster Scientarum,  Marivalentina, Licenciada en Nutrición, Lucila como Licenciada en Educación y su Magíster Scientarum, Luisa Antonia como Doctora en Medicina y Antonio Jesús, Licenciado en Biología y un PHD como complemento a su formación universitaria.

Cuando ya los hijos comenzaron a graduarse y a asentarse en la vida, fui aflojando un poco el tren de vida y sacrificios y me convertí en sus aliados en las cosas mas cotidianas, los ayudaba a pagar la luz, a hacer las diligencias que su tiempo y espacio no les permitían, me fui convirtiendo en su brazo derecho y también me iba cada quince días a la Biblioteca Nacional a llevar el periódico Mureche para que la historia, dentro de muchos años, supiera que en mi pueblito, se ejercía en periodismo de una forma heroica, esa es la palabra. Después comienzan a llegar los achaques, vinieron los nietos, uno comienza a olvidarse de las cosas mas sencillas y a sentir dolores en las piernas y dolores en los huesos y dolores en cada articulación, en cada cartílago, en cada parte de las que quedan buenas y allí me agarró el mal del siglo, la penosa enfermedad y me fue, arrinconando en la vida, a doblegarme con el paso de los meses pero no le temía, tenía mis ganas de seguir viviendo y yo retando al mal, con sonrisas y esperanzas pero era imposible pelear con un enemigo armado hasta los dientes y un día, lleno de horas y sol y cansancios, y dolores mas fuertes, me despedí del mundo con aquella angustia de no volver a ver a mis seres queridos. Me enterraron en Tacarigua un 04 de Marzo del dos mil tres, un día después de mi muerte, una tarde calurosa, entre recuerdos, lágrimas y las emociones de saberme querido y haber cumplido mi labor terrenal.

Aníbal  Ramón Rodríguez Malaver es otro orgullo de los Tacarigüeros que se remontó sobre las adversidades de la vida venciendo obstáculos y abriendo caminos de esperanzas; que  supo mantener intacta su fe en una ideología que abrazó en su juventud y conservó siempre, que educó e hizo profesionales, a fuerza de sacrificios, a sus 8 hijos y se enfrentó a las musas y al númen de los griegos, al escribir hermosas composiciones literarias que han sido publicadas por la Fundación Cheguaco en muestra de reconocimiento y gallardía margariteña, bajo el nombre de  “ Huellas y Caminos”.  En Aníbal uno tiene que  admirar esa sapiencia y esa querencia de  abrir brechas, de ir siempre adelante, de ser proactivo, al contrario de aquellos que venían una loma y todavía están esperando quien nos anime o ayude a subirla. Esa clase de gente nos señaló el camino del deber y nos llenó de entusiasmo porque lo  transmitía, lo sentía, lo intuía. …pero la muerte está en el camino de la gente buena  y también necesita cumplir su misión.