Para decirle adiós a Andrea Quijada “Andreíta” no tenemos que evocar momentos tristes, porque ella fue una mujer que enfrentó la vida a punta de alegría, a pesar de las vicisitudes que le tocó vivir para su época, pero se fue adaptando a cada cambio del tiempo y se decidió a militar en la vida con solidaridad y al lado de todo aquel que necesitaba de su favores.

Fueron varias generaciones que hicieron vida en la puerta de su casa, ahí era sitio de reunión obligado para muchos de nosotros que compartimos con ella y jamás ni nunca puso malas caras a nadie, por estar ahí, al contrario ese cariño y amor con que crió a sus hijos era trasladado hacia el grupo, el cual de élla nunca escuchó una queja, aunque  tenía la palabra de corrección  a tiempo para todo aquel que cometía errores.

“Andreíta para nosotros es una segunda madre”, dijo una vez el compadre José Mota, uno de sus más fervientes admiradores, quien la montaba en su camioneta y la llevaba al “Paraguachí” de los Lárez y ahí la acompañaba con su guitarra y ella cantaba canciones de su tiempo que alegraban al grupo y al mismo tiempo ella se divertía recordando momentos idos.

Fue “Andreíta” la propia margariteña de estirpe, que supo vivir alejada de preocupaciones y llena de contento, y más aún cuando su casa se colmaba de cantos de jóvenes, que se emparrandaban, pero que soñaban al mismo tiempo para abrirse camino en la vida. Para ella la algarabía del canto, las fiestas del Corazón de Jesús y la parranda de Los Reyes eran motivo de estar disfrutando sin cansancio de la existencia que le dio el Señor.

Muchas fueron las madrugadas, en las que oyó las conversaciones de los muchachos en el porche de su casa. Muchas fueron las canciones que le despestaron en el amanecer, lo cual en vez de molestarla, lo que hacía era que la alegría le corriera por las venas y se les introdujera en su alma solidaria.

Hoy cuando se va para estar a la diestra del Señor, estamos seguros que irá contenta a encontrarse con Dios y satisfecha de haber vivido a plenitud y con la misión cumplida, lo cual el Todopoderoso se lo ratificará.

Andreíta descansa en paz porque te lo mereces por tu alma y corazón.

El amigo de siempre

Emigdio Malaver G. (Millo)
Tacarigua, 15-05-2010