Arcadio “Cayito” Millán
La Hora Digital. 15-07-12
La legendaria guitarra a sus pies, sobre el cofre, protegido por la enseña nacional, que en sus entrañas guardaban al maestro, reposaban un crucifijo, medallas de todos los tamaños y colores, que simbolizaban la gran cantidad de homenajes recibidos. Y bien merecido.
Pero lo más resaltante de estos objetos era un erguido guanaguanare posado en el ataúd y que es epónimo de la canción más emblemática de Jesús Rafael Ávila, Chu o simplemente Jesús Ávila.
La casa de honras fúnebres dispuesta para la ocasión empequeñecía en la medida que amigos, admiradores y gente del pueblo se adentraban en ella y poco a poco el recinto recibió una multitud que colapsó los aires acondicionados y la muchacha del mostrador se vio a vapores para complacer a todos con el cafecito de rigor.
Sus muchachos de Cuerdas Espartanas, que fundara en 1971, al ser anunciados que harían guardia de honor ante el cuerpo del juglar margariteño, cuan rápido pudieron se armaron de sus instrumentos para ofrecer cantar las canciones del compañero caído.
Pero había un detalle. Nadie tenía una guitarra a la mano para acompañar las piezas de Jesús. Uno de los músicos, gordito él, no recuerdo sus nombres, lo noté muy inquieto y lanzó una mirada a través del cristal del ataúd, como pidiéndole permiso a Chu para agarrar el instrumento que reposaba quieto a los pies del poeta.
Tan pronto el director ocasional del grupo Edgar Brito tomara la iniciativa para comenzar a cantar, el sonido de la guitarra ocupó el espacio atestado de gente y las voces como ángeles comenzaron a entonar con emoción contenida las piezas más exitosas del homenajeado.
Los presentes no pudieron aguantar la emoción del momento y se unieron a los profesionales de la música en tan singular presentación, haciendo un coro que nunca desentonó.
Las canciones ayudaron a mitigar el dolor del resto de los deudos de los difuntos vecinos circunstanciales de Jesús, que por cosas de la vida, coincidieron en el mismo lugar.
Allí no se cantó El Guanaguanare, porque fue reservada para hoy cuando sus restos sean trasladados a la catedral de La Asunción y luego a su lar Los Robles, donde su pueblo le rendirá, con seguridad, el mejor tributo de su largo historial.
Quizás sea la canción más larga de la historia, porque se cantará desde su salida de la casa funeraria hasta su cristiana sepultura. Y miren que serán unas cuantas horas.
Caro amigo, vaya usted en paz, que allá están esperando por ti Chico Toño Mata y el maestro Isidro Spinetti, quienes fueron los últimos en marchar para hacerte la corte.
Y para ti, Chabelita, mucha fortaleza y cuida mucho a la Apache.
Juangriego, 14 de julio de 2012