Novedades

2018

Cheguaco, Margariteñidad a toda prueba

Nadie podrá negarle esa voz de capitán de piragua, cinturón de perlas y belleza de Arestinga, Matasiete e inocencia de Los Mártires. En Cheguaco se vieron retratados fehaciente y nítidamente a través de la sequía y el tiempo. Como ocurre médicamente, este Soma o Islalidad fue acrecentándosele a medida que los años aposentáronse en él.

Ahora aparecen tus nombres y apellidos completos en los periódicos de aquí, anunciando que ya no podrás andar con nosotros, en persona y se me atora la palabra en la garganta, y una intranquilidad incomprensible me niega calma. No entiendo por qué, ni siquiera, una llamada, anuncio o aviso diciéndonos que Usted se nos marchó… ¿Será otro José Joaquín Salazar Franco, Cheguaco? ¿Habrá en este mundo, tan equivocado y perverso, otra alma buena, de sangre y corazón como ésta que venero y admiro desde que andaba por La Asunción, en mis correrías del Rísquez, placenta de mis recuerdos? No creo. ¡Dificulto otro margariteño con esa cepa y arrecife, con ese barro y estampa de El Cercado! ¡Otro tacarigüero de La Margarita como Cheguaco! El que al leerle, oírle y verle su estirpe conuquera era percatarse de angustias, desesperación y amor por su isla, La Margarita. Desvelarse por ella y enseñarla en todas sus latitudes y longitudes. Clamada e involucrada. Querida y admirada por nosotros los marineros de él. Nadie podrá negarle esa voz de capitán de piragua, cinturón de perlas y belleza de Arestinga, Matasiete e inocencia de Los Mártires. En Cheguaco se vieron retratados fehaciente y nítidamente a través de la sequía y el tiempo. Como ocurre médicamente, este Soma o Islalidad fue acrecentándosele a medida que los años aposentáronse en él. Sin dudas, Cheguaco –para mí- es la representación máxima, contemporánea, de la margariteñidad. Porque llegar al conocimiento de un pueblo, con esa perfección; teniendo ese poco grado de instrucción, publicar y publicar, tan claro y tan profundo, con ese lenguaje de pueblo y academia, no es común, ni lo venden en botica. A este hombre nos lo mandaron, para que escribiera quiénes somos, de dónde venimos y cuál nuestra grandeza. Para que en el tiempo tuviésemos la forma y las directrices sabias y telúricas de cómo rehacer y reconstruir al pueblo margariteño. Cheguaco era como una Margarita ambulante, diciéndola, cortándola, nombrándola, enseñándola, reivindicándola y honrándola a cada instante, desesperadamente, de pueblo en pueblo, de caserío en caserío, de hombre en hombre, de mujer en mujer y de niño en niño. Y con una fuerza tan descomunal y desinteresada que ya quisiéramos muchos de los que nos quedamos vivos, creyéndonos ilustres patriotas, pero, con una rechifla de la gente, que en silencio, viene a ser como lo que se merece todo aquel que es hablador y escritor de pistoladas. Pago que a Cheguaco jamás podrán cancelarle porque ahí están sus libros que pasan de cincuenta volúmenes, escritos, crónicas, discursos y poemas tan naturales y cándidos de la vida y el amor margariteños…
¿Azul?

Perucho Aguirre

Homenaje al cronista gráfico Carlos Stohr

Al final, se inauguró la sala Carlos Stohr en el Museo Nueva Cádiz. La muestra “Valorando el patrimonio cultural” fue expuesta en esta sala.

 

Este fin de semana se realizó un homenaje post mortem al cronista gráfico de Nueva Esparta, Carlos Stohr, quien falleció en diciembre pasado.
La actividad se realizó en el Centro de Artes Omar Carreño en La Asunción con el auspicio del Instituto del Cultura del estado. Participaron grandes amigos de este artista checo que dejó huella en el pueblo insular.

El conversatorio “Carlos Sthor: El checo-margariteño: Amor, líneas y colores de identidad” contó con la presencia de Domingo Carrasquero, Pedro Rivero Núñez, José Ramón Hernández, Julio Villaroel y la hija del homenajeado, Karina Stohr.

Ella manifestó su satisfacción de que el pueblo insular reconozca la labor de su padre, pues para él Margarita fue de suma importancia.

Además Miguel Serra, de Cuerdas Espartanas, entonó varias canciones en honor al cronista gráfico, quien en la apertura de sus exposiciones siempre utilizaba música margariteña.

Nueva Esparta despide al virtuoso artista Carlos Stohr

Hasta luego. Este checoslovaco se enamoró de la Perla del Caribe luego de una visita que hizo por insistencia de Rafael Tovar, a quien conoció trabajando.

 

El cronista gráfico Carlos Stohr transcendió de este plano en vísperas de Navidad en la ciudad de Caracas, rodeado de sus seres amados y seguros de que con su amor por la isla de Margarita presente hasta en su último latido del corazón. La partida de este artista plástico representa una gran pérdida para los neoespartanos, quienes siempre sintieron a este checoslovaco un verdadero ñero.

El cronista neoespartano Verni Salazar relata que este pintor llegó por primera vez a la Perla del Caribe en 1953 y se enamoró de esta prodigiosa tierra, de su gente, de su mar, de sus pájaros, de sus matas, de sus costumbres y tradiciones; desde entonces está siempre entre nosotros.

«Carlos Stohr fue haciendo de cada cosa, que nosotros los nativos de tanto mirar ya no mirábamos, un dibujo especial, se prendó de la veneración que teníamos a la Virgen del Valle… hizo suyas las escenas marinas de barcos, de redes… se preocupó por la artesanía tradicional… en fin, portadas y cada una de ellas, y fue plasmándolas magistralmente en el lienzo. No perdía oportunidad».

Es José Joaquín Salazar Franco «Cheguaco» quien por primera vez propuso a Carlos Stohr como Cronista Gráfico de Margarita en 1993 y la Asociación de Cronistas del estado Nueva Esparta lo reconoció en 1996, para que en 1999, en la XXIX Convención de Cronistas Oficiales de Venezuela, realizada en la ciudad de Mérida, se le tomó juramento como Cronista Gráfico de Margarita, único en el país.

«Carlos estuvo presente en las convenciones siguientes a su aceptación como miembro de la Asociación Nacional y tuve la oportunidad de compartir con él en las de Barinas 2004, Valencia 2005 y Maracaibo 2006», señala.

«Los contrastes de la vida, nacimiento y partida. Hoy cuando muchos exteriorizamos la alegría del nacimiento del Niño Jesús, anunciamos con tristeza la partida del hermano Carlos Stohr. Un muchacho que a los 17 años llega a Venezuela con su familia, perseguidos por la inclemencia de la Segunda Guerra Mundial. Desembarcaron por Puerto Cabello y se fueron a residenciar por un tiempo en San Cristóbal», relató Pedro «el Catedrático» Bellorín Caraballo.

Reseñó que «El Tacaricheco» será recordado por estudiantes y profesores de Margarita y Coche, ya que fue una biblioteca ambulante del conocimiento regional y universal para iluminar esas importantes investigaciones que se hacían desde las aulas de clases.

«Hoy y por siempre recordaremos a ese checo que vino de Praga para meterse a margariteño y expandirse desde lo alto de Chupa Cachimbo, con la brisa que presagiaba su partida, a la edad de 85 años, este 24 de diciembre de 2017, a las 2:17 de la tarde. Querido hermano Carlos Stohr, descansa en paz. Fortaleza para los tuyos. Amén».

Hija

«Quisiera quedarme con un mechón de tu cabello, pero no me pertenece; quisiera que me vieras pestañeando y sonriendo todo el tiempo, pero el tiempo no es mío. Realmente deseé ayer que te fueras con la luz de la paz porque es tuya, te pertenece, te lo has ganado, hombre de bondad y de corazón puro. Qué orgullo. Es mi Mi padre, el artista del amor se ha ido. Será velado hoy en los módulos nuevos de la Capilla 2 del Cementerio del Este, Caracas. Se organizará una ceremonia religiosa en Estado Nueva Esparta a finales de enero. Se informará sobre los novenarios próximamente. Gracias, Niño Jesús de Praga y Virgen del Valle, mi deseo aunque doloroso, lo han cumplido, Amén.

Esta Nochebuena, las estrellas brillan más fuerte porque ha llegado al cielo un ser de mucha luz».

Karina Stohr Fossing

¡SORROCLOCO ESTOY! Francisco E. Castañeda M. (fran.caman@hotmail.com)

¡SORROCLOCO ESTOY! Francisco E. Castañeda M. (fran.caman@hotmail.com)

Expresión bastante frecuente en el territorio insular la cual solían exclamar los individuos que acababan de ser padres. Sobre el particular, el profesor José Marcano Rosas refiere que “cuando el niño estaba naciendo, el padre se metía debajo del catre o cama, fingiendo dolores y repitiendo con insistencia: ¡sorrocloco estoy! ¡sorrocloco estoy! (Marcano Rosas, J., 1978: 230-231). En ese mismo sentido, el maestro de la oralitura insular, José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco), nos comenta que, “el marido de la mujer recién parida tenía que colocarse dentro del mismo cuarto metido debajo de la cama o el catre fingiendo un semi aturdimiento, taponando los oídos con algodones mujos y lanzando de momento a momento, levísimos sonidos guturales imitando a las cluecas cuando tratan de recoger a sus crías y cuando una visita llegare preguntando por él, por el recién nacido o por la madre, en forma zalamera y graciosa le contestaba: aquí corro-cloco (zorrocloco), corro-cloco, corro-cloco”, corrocloquiando de la corrocloquera” (Salazar Franco, J.J., 1986: 61).

Se trata de una costumbre íntimamente relacionada con el rito simbólico conocido como la couvade, término que deriva del verbo romance covar, “empollar” y procede del latín cubare, “acostarse”, “estar echado”, v. gr. “empollar la gallina”( J. Corominas, Diccionario Crítico Etimológico Castellano, citado por Roque, M.A., 1998: 74). Al parecer, su práctica fue bastante frecuente en distintos pueblos de la antigüedad y entre algunas etnias americanas, aproximadamente 124 según refiere la investigadora María Carlucci en su libro La Couvade en Suramérica (Sau, V.,2000: 233) e igualmente, hasta hace muy poco tiempo, fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, seguía manteniéndose esta tradicional costumbre en algunos pueblos de las islas Baleares, de las Canarias, del norte de la península Ibérica y de la región vasca, donde, en algunas localidades ubicadas en ese territorio, se le denomina “parto de Vizcaya” (Ibídem).

El primer testimonio escrito relacionado con la mencionada práctica fue suministrado por Apolonio de Rodas (295 a.C.-230 a.C.), poeta griego quien, en su obra El Viaje de los Argonautas, al referirse a los Tibarenos, pueblo establecido en las orillas del Mar Negro, señala lo siguiente:

“Allí cuando las mujeres dan a luz a sus hijos, son los maridos quienes gimen echados en la cama con la cabeza vendada. Ellas en cambio cuidan a los hombres con alimentos y les preparan los lavatorios del parto” (Antiquitaem. Versión electrónica, 21-VI-2013).

El geógrafo e historiador griego Estrabón de Amaséia (64 a.C.-21 d.C.), en su interesante obra Geografía de Iberia, describe una de las costumbres más arraigadas en la región cántabra relacionada con el tema que nos ocupa. Leamos:

“Las mujeres trabajan la tierra, y cuando dan a luz sirven a sus maridos acostándolos a ellos en vez de acostarse ellas mismas en sus lechos. Frecuentemente, incluso dan a luz en las tierras de labor y lavan al niño y lo envuelven en pañales agachándose junto a un arroyo” (Estrabón, III, 4, en Meana M. y Piñero F., 2006: 110).

En lo que respecta a las islas Canarias, una inveterada costumbre que se ha ido perdiendo con el tiempo es la del zorrocloco, según la cual:

“Cuando la mujer estaba pariendo, el hombre decía que sufría al ver sufrir a su mujer, y se metía en la cama y le daban calditos. Se le llamaba así porque estaba zorrito y clueco como una gallina clueca” (Hernández, M. L. y Ugarte, M. C., 2014: 9-10).

Relacionado con la población amerindia autóctona, específicamente los grupos étnicos establecidos en lo que hoy constituye la región oriental e insular venezolana, el investigador Marc de Civrieux, refiere que entre los cumanagoto durante el alumbramiento se realiza un ritual muy similar al de la couvade en el cual se toman ciertas precauciones de diversas naturaleza relacionadas con el cuidado del progenitor y prácticamente ninguna hacia la madre del niño y al respecto, menciona el comentario hecho por el sacerdote franciscano fray Matías Ruiz Blanco en su obra Conversión de Píritu, según el cual: “cuando las mujeres paren, los maridos no salen a trabajar al monte algunos días, porque no se lastime o muera el recién nacido” (Matías Ruiz Blanco, citado en Civrieux, M., 2005: 185).

Sobre el particular, es válido destacar lo siguiente: según las concepciones religiosas características de ese grupo étnico, todas las personas poseen un “espíritu-compañero” que permanentemente, durante el transcurso de su existencia, siempre le cuida, le protege. Al producirse el alumbramiento, por lo general, ese guardián espiritual tarda cierto tiempo en incorporarse desde su “patria invisible” al cuerpo del recién nacido, por tanto, éste queda totalmente desprotegido ante cualquier eventualidad y la única manera de brindarle atención y protección, en una especie de “préstamo espiritual”, es la de permanecer bajo el amparo y custodia del espíritu del genitor. De allí, se infiere entonces el por qué de ese comportamiento paterno en el citado ritual pues es el espíritu del padre el que se traslada temporalmente al del neonato hasta tanto se produzca “la llegada e incorporación” de la entidad tutelar que habrá de velar por ese infante durante el resto de su existencia. (Véase Civrieux, M., Op.Cit.: 186-187).

Este mismo autor, en su estudio realizado entre los descendientes de los antiguos chaima quienes viven actualmente en la localidad de Candilar, ubicada en el municipio Caripe del estado Monagas, específicamente en la Zona Protectora del Macizo Montañoso del Turimiquire, refiere que sus informantes le suministraron importantes testimonios relacionados con el ritual de la couvade, denominado por ellos kloko, el cual todavía acompaña al proceso de alumbramiento. Leamos:

Cuando la mujer pare, el marido se declara zorrokloko, debajo de un petate descansa acostado, muy cerca de su mujer, con la cabeza amarrada con un paño y algodón en los oídos, como si él también estuviese parido (Civrieux, M., 1998: 109).

Ahora bien, ¿por qué resulta importante considerar este aspecto poco estudiado por nuestros investigadores socioculturales?

Uno de los precursores de la teoría antropológica, el jurista y antropólogo de origen suizo Johan Jakob Bachofen (1815-1887), autor de la reconocida obra El Matriarcado (Das Mutterrecht), refiere que el hijo recién nacido, en principio es de la madre y el lazo material

que los une se simboliza en la deidad tierra-madre. El hombre-padre busca entonces su reconocimiento como tal y por ello finge ser madre. De allí, el origen de la couvade (Harris, M., 1981: 164. Véase también, Roque, M.A., 1998: 66).

Otro importante clásico del pensamiento antropológico, el polaco Bronislaw Malinowski (1884-1942), en su artículo “La Cultura”, señala lo siguiente:

La couvade, el ritual simbólico mediante el cual un hombre imita al sobreparto mientras la esposa va a su trabajo, no es una supervivencia sino que puede explicarse funcionalmente por su contexto cultural […] la función de la couvade consiste en establecer la paternidad social mediante la asimilación simbólica del padre a la madre. Lejos de ser una supervivencia la couvade es uno de los actos rituales que están en la base de la familia (Malinowski, B. [1931] 1975: 102).

Si se nos ocurriese hacer en este momento un sucinto ejercicio especulativo sin mayores pretensiones intelectuales vemos, grosso modo, que hay cierta similitud entre los planteamientos de Bachofen y Malinowski con las referencias descriptivas presentadas por Marcano Rosas, Salazar Franco y Civrieux.

Tal como hemos visto a lo largo de este escrito, la couvade no es una simple costumbre sino que, por el contrario, es un rasgo cultural de cierta complejidad asociado a la estructura familiar de determinados grupos étnicos. En ese sentido, considero, a riesgo de estar equivocado, que dicha práctica se refiere a una tradición cultural propia de las sociedades matrilineales en las cuales el reconocimiento de la descendencia se traza básicamente a través de la línea materna. En dichas sociedades, el papel del genitor, aun cuando es reconocido desde el punto de vista biológico, sin embargo, no ocurre lo mismo en lo que respecta a la paternidad social por cuanto esta última recae fundamentalmente en el hermano de la madre, es decir, el avunculus, el tío materno quien ejerce la autoridad paternal sobre el sobrino. En virtud de ello, suponemos que el comportamiento del padre simulando a la madre en todo lo concerniente al proceso de alumbramiento, no es más que una manera de llamar la atención, de hacerse sentir para procurar que sea aceptado socialmente como tal.

Ahora bien, en el caso que nos ocupa, también somos de la opinión que tanto en la etnia guaiquerí como en las otras dos anteriormente mencionadas: cumanagoto y chaima, las cuales pueden ser consideradas como sociedades caribanas caracterizadas por una estructura familiar que, presumiblemente, en tiempos pasados fue de naturaleza o tipo matrilineal, la costumbre de la couvade fue una práctica habitual. Así, se evidencia en la referencias arribas citadas correspondientes al profesor Marcano Rosas y al escritor costumbrista insular José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco), las cuales pudiéramos considerar como remembranzas de épocas anteriores. Sobre el particular, la investigadora Cecilia Ayala Lafée, destaca lo siguiente:

Existe en la estructura familiar netamente margariteña, una marcada tendencia matrilineal que posiblemente sea un rasgo ancestral de la cultura guaiquerí como lo era y continua siendo en casi todas las sociedades indígenas caribanas […] No tenemos dato alguno sobre la práctica de la Couvade en el territorio tribal guaiquerí, para la época prehispánica. Sin embargo, si aparece reseñada por Cook (1) en una población de pescadores margariteños. También es descrita por Salazar Franco y Marcano Rosas (Ayala Lafée, C., 1994-1996: 80 y 84).

En cuanto a la denominación de esta tradicional costumbre, también se observa que tanto en las islas Canarias como en Margarita y entre los descendientes de los antiguos chaima, es la misma aunque escrita con diferente grafía. Al respecto, considero que ese nombre es producto del proceso de transculturación lingüística (Cfr., Pérez Regalado J. A., citado por Acosta Saignes, M. 1985; 142). Veamos: cuando el sacerdote o el colonizador hispano en general observa cómo se realiza dicha práctica, en virtud de los conocimientos y antecedentes que tiene sobre una costumbre que también es frecuente en algunos pueblos de España, para explicar o describir lo que visualiza en estas tierras y a falta de una expresión adecuada, simplemente lo identifica con el término o vocablo que él ya conoce: Sorrocloco o Zorrocloco.

(1) COOK, H.B. Kimberley (1993): “Small town, big hell: an ethnographic study of aggression in a Margariteño community”. Antropológica. Suplemento Nº4. Citado por Ayala Lafée, C., 1994-1996: 84 y 120).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ACOSTA SAIGNES, Miguel (1985): La Cerámica de la Luna y otros Estudios Folklóricos. Caracas: Monte Ávila Editores.

AYALA LAFÉE, Cecilia (1994-1996): “La etnohistoria prehispánica Guaiquerí”. Antropológica. Caracas: Instituto Caribe de Antropología y Sociología. Fundación La Salle. Nº82. Págs.: 5-128.

CIVRIEUX, Marc de (1998): Los Chaima del Guácharo. Etnología del Oriente de Venezuela. Caracas: Banco Central de Venezuela. Colección V Centenario del Encuentro entre Dos Mundos 1492-1992, 1498-1998.

CIVRIEUX, Marc de (2005): Los Cumanagoto y sus Vecinos. Gobernación del estado Anzoátegui: Fundación Fondo Editorial del Caribe.

ESTRABÓN (2006): Geografía. Libros III y IV. Traducciones, introducciones y notas de María José Meana y Félix Piñero. España: Editorial Gredos. Biblioteca Clásica Gredos.

GARCÍA GARCÍA, Inmaculada y GOZALBES CRAVIOTO, Enrique (2010): “El parto de las mujeres cántabras en la obra de Estrabón”. Index de Enfermería (Versión Electrónica). España, Granada. V.19, Nº1. Págs.: 64-68 (Documento electrónico, recuperado en 25 de enero de 2018).

HARRIS, Marvin (1981): El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura. España: Siglo XXI Editores S.A.

HERNÁNDEZ, María Luisa y UGARTE, María del Carmen (2014): “Creencias y supersticiones canarias: testimonios orales”. Revista de Folklore (Edición Digital). España: Fundación Joaquín Díaz. Nº389. Págs.: 4-15.

MALINOWSKI, Bronislaw ([1931] 1975): “La Cultura”, en Khan, J.S. El Concepto de Cultura. Textos Fundamentales. Barcelona, España: Editorial Anagrama.

MARCANO ROSAS, José (1978): Historia y Habla Popular en Margarita. Caracas: Ediciones Fundaconferry.

PÉREZ REGALADO, J.A. (1952): “Zorrocloco en España y América”. Archivos Venezolanos de Folklore. I, 2. Págs.: 388-394. Caracas.

ROQUE, María-Ángeles (1998): “El Viento y la Couvade. Mitos y Ritos de las Baleares”. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (Revista Electrónica de Antropología Sociocultural). España: Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Vol. LIII, Nº1. Págs.: 55-80.

SALAZAR FRANCO, José Joaquín (1971): La Tacarigua de Margarita. Ediciones del Ejecutivo del Estado Nueva Esparta.

SALAZAR FRANCO, José Joaquín (1986): Usos y costumbres tradicionales en Margarita. Isla de Margarita: Editorial FONDENE, Colección Madre Perla.

Sau, Victoria (2000): Diccionario Ideológico Feminista. Vol. I. Barcelona: España: Icaria Editorial, S.A.

FECM

LA ASUNCIÓN, 1-II-2018

Fundación José Joaquín Salazar Franco

Visita nuestro Facebook y Síguenos...